Poesía y brújula

Hay poesías escritas en nuestro país y en otras geografías que son muy densas, excesivamente complejas. Antes que abrirse a un lenguaje claro y sencillo, capaz de concitar el interés de los lectores, se encierran en un puñado de versos incomprensibles y de muy dudosa calidad. El poeta puede escribir lo que le venga en ganas, mas precisa saber que una vez que ha aventado sus poemas al viento, debe tener la capacidad para aceptar las críticas.

Hay mucho ruido en los últimos tiempos, pero muy poca poesía. A la hora de elegir un material poético, recomiendo a los lectores que vayan a buscar a aquellos autores clásicos cuya palabra se ha asentado definitivamente en el tiempo. Y doy nombres que no se marchitarán jamás: Francisco de Quevedo, Fray Luis de León, Unamuno, Garcilaso de la Vega, Luis de Góngora y Argote, Antonio Machado, Gabriela Mistral.

En España, la España actual, la que en estos tiempos de crisis económica que agobia a la clase trabajadora, a toda criatura que echa a andar por sus calles, la poesía aún da buenas señales. Si con las simples ganas de hacer buenos versos se contentaran los poetas, los libros estarían condenados de antemano y su destino final sería la ceniza. A las ganas hay que añadir la conciencia, la ética, la técnica, el conocimiento del lenguaje, el ritmo, el mensaje. He leído hace poco tiempo un libro llamado Pentagrama. Figuran en él cinco poetas españoles de hoy: Luis González Tosar, Juana J. Marín Saura, Enrique Villagrasa, Alfredo Pérez Alencart y Asunción Escribano.

Pérez Alencart, consciente de que casi todo se vende y se desecha porque el ser humano, el hombre, ha perdido no solo la memoria de la humanidad, sino que es objeto de manipulación por parte de gobernantes ambiciosos, dice su verdad en poemas lúcidos y plenos de solidaridad con el prójimo. Es que este autor nacido en Perú, pero con residencia en España, no pierde el rumbo.
La brújula de su poesía es como la estrella de Belén que sirvió de guía a los tres reyes magos.
Desde su humana condición habla al hombre de todas las latitudes, usando un lenguaje elocuente y proyector de muchas luces.

Sus versos alcanzan a tocar el rostro de la esperanza, tan necesaria para seguir andando en esta circunstancia o senda llamada vida.

Por Delfina Acosta

EVIDENCIA

Sí, resulta evidente.
Opté por sostener el dolor
y la alegría (propia o ajena)
a ir acumulando bienes.
De niño comprendí
—viendo velar a un rico—
que nadie se lleva
propiedad alguna.
No os rompáis el corazón
por nuevos diamantes;
hacedlo por cumplir
con la cuota de justicia
que nos debemos
los humanos

Alfredo Pérez Alencart