Sombras Sin Sosiego – Lourdes Talavera

Sombras sin sosiegoTodos los personajes y situaciones narrados en esta novela son ficticios. Las citas de documentos corresponden al Archivo del Terror, transcriptos de la obra de Alfredo Boccia Paz, “Es mi informe. Los archivos  secretos de la Policía de Stroessner”.

“… porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo sin ser culpables de nada; porque la lucha contra los «subversivos», con la tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados, se había convertido en una represión demencialmente generalizada, porque el epiteto de subversivo tenía un alcance tan vasto como imprevisible”.

(Ernesto Sabato. Nunca más. Informe CONADEP. 1984) 

 

“Hay asilo en la lectura, en la sociedad mundana,

En la rutina oficinesca, en la compañía de los

viejos amigos y en la  ayuda oficiosa a los extraños:

pero  no hay asilo en un lecho contra el recuerdo de

otro.”

Cyril Connolly  (1903 – 1974)

1.

La niña lloraba porque tenía hambre, su madre la sostenía en los brazos y cada tanto la mecía suavemente mientras sujetaba con su mentón, la cabeza de la pequeña. Luego de más de una hora escuchó el nombre de la niña e ingresó a la sala de consulta. La médica de niños, era una mujer afable que le preguntó  sobre cuándo y cómo comenzó la fiebre, la medicación que le había dado para bajarla, el tipo de tos que tenía y si la niña había recibido las vacunas que correspondían a su edad. En la semana anterior había cumplido seis meses.

No tenía dinero en ese momento y no sabía qué había pasado con el padre de la niña. Cada día que pasaba le resultaba más difícil vivir en las condiciones que estaban y cuidar de la niña. A veces la miraba y no le inspiraba ternura alguna. El pelo negro y los ojos del mismo color realzaban la tez cobriza de esa diminuta persona.

Había terminado la secundaria cuando la enviaron a la ciudad para trabajar en una casa de familia. Dejó su hogar y la chacra, en Pirayú, donde no tenía posibilidades para progresar. Sus padres fallecieron cuando tenía apenas siete años y quedó a cargo de su abuela quien ya tenía una avanzada edad. Antonia, una tía suya había trabajado de mucama, hasta que contrajo matrimonio con Ramón y ambos viajaron a  Buenos Aires para residir allí, porque tenían trabajo asegurado y eso les permitió seguir ayudando a sus parientes. De esta manera cuando falleció la abuela, la tía Antonia se las arregló para que pudiera trabajar con sus antiguos patrones. En realidad, con la hija de aquellos.

Nuria quedó impresionada con la ciudad, el bullicio la emocionaba infundiéndole entusiasmo y un poco de temor. Al poco tiempo se había convertido en una bonita joven que despertaba la admiración de los varones y una sutil envidia en sus congéneres. Su cabello castaño había adquirido tonalidades iridiscentes y su piel exhibía una tersura inigualable. Pronto los ojos del sobrino de la dueña de casa la escrutaban de una manera inusual. En ocasiones se aparecía por el jardín mientras ella cuidaba de la niña de la casa o jugaba con ella.

Cuando se dio cuenta  de que estaba atrapada en la telaraña de la pasión, ya fue  tarde. Sucedió de forma casual. Salía de la ducha y él entró a la habitación, se le acercó, le acarició el hombro derecho con las yemas de los dedos. El universo fue maravilloso, nunca lamentó lo que había sucedido aquella tarde. Ahora se sentía demasiado presionada por las responsabilidades que tenía asumidas. Se sentía cansada y un poco desalentada de la vida. Miraba a la pequeña y le hubiera gustado  cantarle una canción de cuna como su  ex – patrona lo hacía con su hija. No tenía a quién recurrir en Asunción porque Antonia se encontraba lejos de ella para ayudarla. Por eso le pareció una buena idea buscar a su antigua patrona. Sabía también, que si viajaba a Buenos Aires lo encontraría, a él, al padre de sus hijos.

La sombra de la noche la había  tragado como un agujero sin fondo, quizás tenía razón la doctora que atiende a los niños. La pequeña necesitaba de un hogar que le brindara seguridad y afecto. La abrazó largamente y la besó en la cabecita.

2.

Salía de una cafetería en la zona de Recoleta y me crucé con Manuel Ibáñez, un paraguayo, exitoso empresario de los medios de comunicación que ha triunfado en la capital argentina. Me encontraba trabajando como productor en un importante canal de televisión, había concluido el ciclo de los programas del año y me disponía a disfrutar de unas merecidas vacaciones con Claudia. Visitaría a  Antonia y tenía una extraña ansiedad con respecto a Pirayú, ese sitio campestre donde mi madre había nacido. Tenía algunos retazos de mi historia personal que los guardaba en el alma, con un cariño entrañable porque sólo eso había rescatado de aquellos relatos hilvanados que a veces, Antonia me obsequiaba.

Sabía que mi madre se llamaba Nuria que había llegado a Buenos Aires, a casa de su tía, escapando de la policía paraguaya porque mi padre se había involucrado en actividades políticas, esa fue la causa que la empujó a  vivir clandestinamente, realizando trabajos domésticos. Sin la ayuda de Antonia, quizá no hubiésemos sobrevivido. Terminé el colegio y me matriculé en la universidad, en este aspecto fue importante mi pasión por las artes. Mi inclinación por el cine me permitió acercarme al mundo del espectáculo, muy pronto participé de los talleres que se dictaban en la escuela de cine, en San Antonio de los Baños, en la Habana.  Asimismo, en otros que se dictaron en Bogotá o Cartagena de Indias. La figura de Gabriel García Márquez marcaba su impronta en mi vida profesional y creativa.

De esta manera, estuve viviendo unos años en Los Ángeles, trabajando y estudiando en esa ciudad estadounidense donde se consolidaron mis ambiciones y mi potencial de generar proyectos exitosos. Cuando sentí la necesidad de formar una familia,  se lo propuse a Claudia y aceptó. Ella me guía siempre a ese lugar protegido y cálido donde puedo ser yo mismo, sin ninguna máscara. De nuevo en Buenos Aires experimenté la curiosidad de conocer el pueblo donde mi madre había pasado su infancia y adolescencia. Antonia me comentó que mi padre había sido un joven ingeniero agrónomo, y que había sido profesor en una escuela agrícola en una ciudad del interior del país.

Conocí el Paraguay, gracias a la invitación de un cineasta para participar de un evento que se llamó: Semana del cine latinoamericano. Se llevó a cabo en un complejo hotelero de la capital guaraní. Temblé de emoción al caminar por las calles del centro de la ciudad, porque me imaginaba que mi madre había caminado por esas mismas calles, llevándome en su vientre. Me pregunté que había pasado con mi hermanita que se quedó a cargo de una mujer, mientras  que mi madre huía de la policía.

Llegué hasta Pirayú porque allí exhibieron, en la iglesia principal, una película que contaba la historia de un soldado que combatió en la guerra con Bolivia, la del Chaco. Mis ojos se asombraron de la ruralidad en las afueras de la ciudad. Las pocas calles asfaltadas daban paso a los caminos, a cuyo costado pastaban las vacas y en los espacios verdes, las gallinas, los perros y los niños convivían armónicamente. Con los datos que Antonia me había facilitado y la contribución del destino conversé con algunos parientes lejanos de mi madre. La ciudad tiene como atractivos a la antigua estación del Ferrocarril, de 1864, el gran cuartel general del Mariscal Francisco Solano López durante la Guerra de la Triple Alianza en contra de Brasil, Argentina y Uruguay (1865-70) o el solar que vio nacer al héroe de la batalla de Curupayty, el General José Eduvigis Díaz. Allí la gente es tranquila, se levanta temprano y duerme igual. La fiesta de la patrona, Virgen del Rosario, es en el mes de octubre. Mi madre nació y vivió en una de sus 17 compañías, que se llama Tavaí. Allí, la patrona es la Virgen de la Asunción. Los parientes me contaron que cuando ella regresó al Paraguay a buscar a su pequeña,  tuvo una crisis psiquiátrica que motivó su internación en el hospital que está situado sobre  la calle Venezuela, al poco tiempo huyó del lugar y vivía en los pasillos de la terminal de ómnibus. De nuevo la recluyeron, pero se enfermó gravemente de neumonía. Falleció sola y abandonada. Indagaron sobre ella e informaron a la religiosa, que se había hecho responsable de los gastos de su tratamiento, del  triste desenlace.

Pobre de mi madre, casi no la recuerdo. Si no hubiera sido por Antonia y aquella desteñida fotografía que guardo de ella, solamente mi imaginación me hubiera traído las sensaciones del contacto con ella. Quizá cuando me amamantaba me miraba a los ojos y me susurraba palabras tiernas,  o tal vez solamente su mirada fue suficiente para decirme te veo y yo le respondía: estoy aquí. Claudia me considera una persona abierta y disponible para los demás. Capaz y sin sentirme amenazado por nadie porque me siento seguro de que pertenezco a la totalidad del universo. Ella cree que soy una persona como resultado de los demás. Que fui educado con esta perspectiva y eso hace que mi identidad se base en el hecho de ser visible, respetado como parte de la totalidad y reconocido como semejante.

En ocasiones creo que mi pasión por lo visual y el cine tienen su origen en estos rasgos tan íntimos que me recuerdan a la teoría de Gastón Bachelard sobre la historia de uno mismo y su influencia en la producción artística o intelectual. Estoy satisfecho con mis logros y con lo que la vida me ha obsequiado. Es como en la canción de Andrés Calamaro, la vida es un presente y un obsequio. Cada día estoy más convencido que con Claudia debemos regresar a Los Ángeles. Las propuestas laborales aparte de la conveniencia económica me tientan con su valor agregado.

He intentado hilvanar mi historia con la vida  de mi madre en Paraguay, pero lastimosamente he fracasado. He decidido regresar de nuevo y en breve, a Asunción para buscar a mi hermana. No tengo la menor idea acerca del conocimiento que ella tenga sobre mi existencia. He sabido que nuestro padre falleció a causa de su compromiso político e ideológico.

Recuerdo a mi querido maestro Gabo,  porque mi propia vida se asemeja a algunos de los personajes de sus relatos. Me asombra la relación de la fantasía con la realidad y me quedo extasiado reflexionando, donde queda la puerta a golpear y poder de esa manera trasponer los umbrales del tiempo y encontrar mis respuestas. He paseado por las calles de Asunción y me sentí vulnerable y perdido. La visita a Pirayú,  detonó una montaña de emociones y precisé redimensionarlas. Cuando iba camino al Aeropuerto para regresar a mi casa junto a mi familia, experimenté un poco de seguridad ante la perspectiva de lo conocido.Viajé sin problemas, el vuelo fue puntual en su salida y llegada. Tomé un taxi y cuando traspasé los umbrales de la puerta de mi hogar me abandoné a la calidez del abrazo de Claudia y la sonrisa de mi hijo me colmó de una infinita ternura.

Ahora, estoy de nuevo en Buenos Aires y la vorágine del trabajo me absorbe, sin embargo he conversado largamente con Claudia y me ha alentado a concretar mis sueños, me apoya y me ama. Siento que estoy muy cerca de mi hermana y  que nuestra separación concluirá en una cuestión de tiempo. Como nunca me la imagino, sus ojos, sus cabellos y me pregunto si se parecerá físicamente a mi madre o más a mi padre. Antonia me había contado que mi madre era una muchacha bonita y sencilla. Poco o nada conozco de mi padre salvo las referencias de sus abuelos españoles, la profesión de docente y su convicción política que lo llevó a vivir situaciones increíbles.

Los seres humanos tenemos la libertad de construir nuestra existencia humana según los principios y valores que cultivemos. No obstante, en numerosas ocasiones cada uno teje su historia según los recursos con los que cuenta, entonces la trama se vuelve compleja, pero no por eso deja de ser interesante. La cuestión es no perderse en los laberintos que se presentan en  el devenir de la vivencia personal. Algunos aman convivir con el lado oscuro que los habita mientras que otros administran las luces y las sombras. El arte del equilibrio es difícil, mas no por ello imposible. Pareciera un juego de palabras. Cuando las sensaciones y los sentimientos se expresan en signos orales, escritos o gráficos se produce una liberación y emerge libre el espíritu en su más genuina expresión. Adolfo me ha sugerido que inicie la redacción de un guión cinematográfico, algo original, para filmarlo luego como película. Es un desafío que voy gestando como una adorable criatura.

El saber que tengo una hermana, apenas un año mayor que yo, alienta mis fantasías y el ansia por conocerla. En algunos meses regresaré a Asunción y buscaré sus pasos. Antonia me dará orientaciones, en una ciudad pequeña es difícil perderse, alguien tiene que conocerla.

Todavía recuerdo el acto de entrega de distinciones en el festival de cine de Guadalajara, en México, donde Adolfo y yo recibimos un premio por una película independiente. Fue como tocar el cielo con las manos, el reconocimiento de los pares en una comunidad artística reafirma el trabajo y sobre todo la convicción en uno mismo. Me llamó la atención cuando bajamos del escenario con Adolfo y regresaba a mi lugar, me topé con la mirada de una mujer de ojos negros, extraños y profundos. En un segundo me temblaron las rodillas y no sé por qué motivo pensé en mi madre. Quizá la angustia de mi historia fragmentada me estaba jugando una mala pasada. Recordé a Claudia,  mi hijo Daniel,  Antonia y sonreí. La vida me tironeaba con la fuerza del cariño de mis seres queridos y cercanos. No obstante, en cuanto pudiera me reuniría con mi hermana, lo haré, para luego permitirme buscar un nuevo mundo para mi creatividad y ambiciones.