Me preocupa un mundo que orfebres de la palabra, que nos tejen redes de bella armonía, logrando incluso abstraernos de crudas realidades circundantes, al final acaben adentrándonos en sórdidos mundos de prostitución y a través de sus relatos, nos hallemos innecesariamente participando de lascivias. Estoy terminando de leer: Dos Mujeres en Praga, me he deleitado en ella, como en todas las anteriores novelas que he leído del mismo autor, pero ya acabando el libro, se tuerce a las tortuosas confesiones de A. A. (Valgan las retorcidas descripciones)
El Manuscrito Carmesí, contiene relatos impecables que nos conducen por ese mundo árabe desvanecido en la península, aquel que fue lo verdadero de la sombra que hoy permanece, aunque aún bella y cautivante, reflejada en la Alambra actual. Solo a Morayma amó Boadil con ese amor que cautiva a los lectores enamorados del amor, a los románticos, que cuando se sumergen en una novela, lo hacen para disfrutar del mar de emociones y sensaciones que producen las palabras bien dichas, a los que se dejan mecer por el arrullo de su encanto, como cuando contemplamos abstraídos la inmensidad del mar y sentimos su abrazo de espuma y sal. Pero tenía que desviarse, como muchas otras obras, por bajos vicios, como si quisiera añadirle atractivo a la novela, pero que sin embargo a mi parecer la afean.
Esta situación confirma mi teoría que los libros deben ser escritos pensando en un solo tipo de lectores y solo para ellos, y no pellizcar de aquí y de allá, siempre pasando por alguna puta (lo señalo así, porque es como aparece en los libros que menciono y en muchos otros que no menciono) Quizás estés pensando que me doy de puritana o que condeno a la profesión más antigua del mundo, pero si en las grandes ciudades se está luchando contra éste mal creciente, colocan carteles, queriendo concientizar a los hombres que no contraten estos servicios, porque si hay demanda nunca cesará de crecer éste negocio, dando pie a las mafias que comercian con vidas humanas. Y que por otro lado algunos escritores mencionen, puede que sin proponérselo, a la prostitución como un mal necesario. Supongo que el lector ávido de sexo crudo, leería novelas eróticas, el que por lujuria y lascivia se decantaría por alguna de línea sádica. Ojo que no insinúo que solo los hombres son víctimas de estos deslices; Las mujeres también, a veces se parecen mucho a las mujeres antes aludidas, sin quererlo, claro, porque hacen que sus corazones cambien y cambien dirección, como un barco perdido en altamar en medio de una tempestad, sin llegar jamás a ningún puerto.
Diréis probablemente, que para hacer una novela, al igual que una película atractiva, tiene que tener de todo un poco, amor, misterio, sexo, muerte, etc. Pero tal vez sea que lo que realmente reflejen algunas novelas cuando se sobrepasan en vicios y excesos, es que están reflejando una situación que existe y que pide a gritos ser oída: La falta de un verdadero amor, que llene el vacio de la existencia humana, de un propósito más profundo, el cual es saciar el hambre con alimento verdadero y eterno, para no picotear en nocivas chucherías que en la boca les son dulces, pero dejan luego un amargo sabor, que intentan sacárselos con más chucherías y así una y otra vez hasta morir de desnutrición espiritual por no tener un verdadero alimento que los sacie.